Estos días he estado reflexionando sobre la tendencia que tenemos a complicar las cosas, con la falsa creencia de que lo más complejo es lo mejor, lo que más nos enriquece, lo que nos llena. Devaluamos la simplicidad, no sé muy bien por qué. ¿Será que lo simple nos parece vacuo? ¿Será que no nos supone un reto? ¿Será que no despierta la admiración de nuestros compañeros, familiares o amigos? ¿Será que no alimenta nuestro ego/mente? Sea como sea, lo que sucede es que, al final, este inconformismo nos lleva a estar continuamente persiguiendo la zanahoria, y cuanto más conseguimos, más queremos, de una manera insaciable. Nada es suficiente, y por eso tendemos a sobrecargarlo. Tanto es así que, muchas veces, hacer las cosas más sencillas es lo que nos resulta verdaderamente complejo.

Reiki es simple.

Sí, lo es. Reiki es la energía vital universal, ni más ni menos. Reiki es ese amor puro que canalizamos hacia otros seres para ayudarles a recuperar el equilibrio energético que han perdido. ¿Y cómo lo complicamos? Lo complicamos cuando, como receptores, no dejamos de preguntarle al practicante qué ha sentido y qué puede significar, si ha notado bloqueos, y nos quedamos más satisfechos si nos da toda una visión elaborada de lo que nos sucede, lo que nos puede estar afectando y cómo solucionarlo. Lo complicamos como practicantes cada vez que pretendemos utilizarlo como un método de diagnóstico, intentando hacer interpretaciones mentales de los bloqueos que sentimos. Lo complicamos cuando tratamos de buscarle tres pies al gato, y ponerle nombre y apellidos a nuestras sensaciones, tratando de encontrar las causas y consecuencias de las desarmonías que percibimos. Y todo para que el receptor no salga de la sesión con la sensación de que no sabemos nada o de que no nos hemos enterado de nada. En lugar de limitarnos a canalizar, que es la única función del practicante (además del acompañamiento y aporte de calor humano, pero, no nos confundamos, no somos médicos, ni psicólogos, ni visionarios), adornamos lo que ha sucedido intentando darle una explicación, ya sea más lógica o más mística. Pero el amor no tiene explicaciones. El amor, de tan simple, es perfecto.

Las Esencias Florales son simples.

Sí, lo son. Las esencias florales son energía vital impregnada en el agua, son amor líquido. Me gusta el símil que utiliza Pilar Zamarra entre la esencia floral y el diapasón. Estos aparatitos, al golpearlos, nos dan la nota concreta que necesitamos para afinar cierto instrumento. Lo mismo sucede con las esencias florales, cada una nos da la nota que nos permite recuperar esa afinación que hemos perdido, solventando esa desarmonía. Lo que no es simple es la infinidad de afectos que tenemos los seres humanos ni la manera de entretejerlos, enmascararlos y confundirlos, es decir, lo difícil radica en encontrar cuál es esa nota discordante que tenemos que afinar. Complicamos la terapia floral cuando la alopatizamos, pretendiendo que tal esencia resuelva de manera inmediata tal síntoma, como si se tratara de un ibuprofeno. La complicamos cuando, como terapeutas, dejamos que se interpongan nuestros propios fantasmas y nos impidan acompañar con plena presencia al consultante. Complicamos la terapia floral cuando, como consultantes, mantenemos una actitud de cerrazón e impaciencia, y cuando colocamos en el terapeuta o en las propias esencias la responsabilidad de nuestro propio proceso.

El Yoga es simple.

Sí, lo es. Por muchas técnicas y diferentes sendas de las que hablemos, Yoga es unión, es ese encuentro pleno y absoluto entre todas las dimensiones de nuestro ser, que, aparentemente separadas, consiguen unificarse y desdibujarse en el todo. Lo separado, lo complejo, se simplifica, fundiéndose en el Uno. Complicamos el yoga cuando pensamos que la práctica más exigente es la más efectiva, cuando pensamos que nos aporta mucho más un asana si conseguimos tocar la nuca con el pie que si nos quedamos a mitad de camino, o si conseguimos mantener el equilibrio sobre una mano en lugar de dos. Lo complicamos si somos buscadores insaciables de la postura perfecta, la más lograda, la más difícil, la más vistosa, olvidándonos de que el asana perfecto, si es que existe tal cosa, es el que se hace con plena conciencia, aunque sea quedarnos tumbados en Savasana. Estamos complicando el yoga si una práctica suave se nos hace cuesta arriba porque se nos aparecen los fantasmas del aburrimiento, de la inquietud, de la impaciencia, del no saber estar con uno mismo en el no-hacer. Complicamos el yoga cuando somos incapaces de sentarnos a meditar si no nos acompaña una música suave o una voz que nos guía, o que nos invita a hacer visualizaciones o cualquier otra práctica que no sea más que un nuevo alimento para nuestra actividad mental, evitando que nos sentemos verdaderamente con nosotros mismos. El silencio, de tan simple, se nos hace muy complejo.

 

«Lo esencial es invisible a los ojos»

Y es que nos estamos olvidando de que el objetivo de estas tres técnicas de desarrollo personal y espiritual es, simplemente, reconocer en nosotros nuestra verdadera esencia. Y nos olvidamos de que esto no se consigue sumando más complejidad a una realidad que ya es de por sí compleja, sino restándola. Vacíate de todo y encuentra tu verdadero Ser. Si quieres servirte del Reiki, déjate invadir por la energía del amor, sin condiciones, sin cuestionamientos y con confianza. Si es a través de las esencias florales, empápate de la energía de la naturaleza, de las flores, de los animales, de los minerales, que te permita vibrar con esa armonía natural y primigenia, infantil, que has perdido. Si es a través del Yoga, entrégate a una práctica con conciencia plena, sin complicaciones, que son nuevos artificios de tu mente que no hacen sino alimentar tu propio ego. Despójate de tus miedos, tus neurosis, tus personajes, tus máscaras, tus juicios, con la certeza de que, una vez que no queda nada, lo que queda es todo, la esencia, la potencialidad pura.

 

«Unimos los radios en una rueda, pero es el agujero central lo que permite que el carro se mueva.

Torneamos la arcilla para hacer una vasija, pero es el vacío interno lo que contiene aquéllo que vertemos en ella.

Hincamos estacas para construir una cabaña, pero es el espacio interior lo que la hace habitable.

Trabajamos con el ser, pero es el no-ser lo que usamos.»

Lao Tse – Tao Te Ching.

 

Hari Om Tat Sat,

Om Shanti, Shanti, Shanti.

Irene.

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