Llevo un tiempo reflexionando sobre cuáles han sido las claves que me han llevado a estar en paz conmigo misma y con los demás, las claves que me han ayudado a llevar una vida más consciente y más plena. Quizá esto de «consciente no te dice mucho, entonces voy a empezar por habar de qué es para mí «consciente».

Desde mi punto de vista, entiendo el concepto de «una vida más consciente» como una vida en la que en cada momento me doy cuenta de cómo me siento, qué necesito, qué se me mueve por dentro, una vida en la que puedo responder a lo que sucede en lugar de reaccionar de forma automática (como las cajitas aquéllas que tenían dentro un muñeco con muelles y cuando la abrías ¡FUP! saltaba el muñequín, que solía ser por cierto un payasete o algo similar…), una vida en la que he aprendido a conocerme, en la que me observo, en la que entiendo las acciones de los demás como una proyección o un espejo de mí misma, y las cosas que pasan como situaciones que voy creando yo misma inconscientemente y que me ayudan a crecer. Una vida consciente es darte cuenta también de que todo es una especie de sueño creado por ti misma, y por lo tanto todo es parte de ti y tú eres parte de todo, y que, además, todo está en permanente cambio y transformación, incluida tú misma. Esto no quiere decir que sea una visión egocéntrica en la que tú eres el centro y la causa de todo, es simplemente ampliar el foco, la perspectiva, y empezar a darte cuenta de cómo creas tu realidad. Pero esto es ya a un nivel un poco profundo que te puede parecer abstracto, así que, a efectos prácticos, diré que

Una vida consciente es aquélla en la que eres capaz de identificar en cada momento lo que sientes y lo que experimentas y te haces responsable de ello.

Volvemos al tema inicial, las claves para vivir en paz. Porque sí, la gracia de llevar una vida consciente es acabar acercándote, ni que sea un poquito, a ese estado de paz y de calma más o menos constante. También me gustaría hacer la aclaración sobre lo que entendemos por una vida «feliz», porque para mí no es que estés siempre alegre y todo sea de color de rosa, sino más bien que puedas encajar con serenidad los vaivenes que te trae la vida, y mantenerte ahí, sin perder el equilibrio, y si hay que llorar se llora, y si hay que reír se ríe, y si algo duele, se experimenta el dolor y se abraza, pero se experimentan y se abrazan igualmente el gozo y la dicha… pero no te desestabilizas (o, si lo haces, eres capaz de volver a centrarte más o menos rápido), no sufres por estar sufriendo, sino que lo aceptas, lo encajas.

Así que, sin más, te cuento aquí 10 claves (que no digo que sean las únicas, pero para mí las más importantes) para estar en paz.

1.Expresa tus sentimientos y aprende a comunicarte conscientemente.

Para mí, fundamental. Nunca vas a conseguir estar en paz si no expresas lo que sientes, lo que necesitas y lo que quieres de una manera asertiva y consciente. ¿Y qué significa esto? No se trata de exigir al otro que satisfaga tus necesidades, ni de hablar sin filtro. Se trata de que reconozcas a cada momento qué necesitas, qué sientes, qué experimentas en tu fuero interno, y te expreses (o no, si decides guardártelo para ti) desde ahí. Así, una discusión o una exigencia de atención se dan la vuelta y se transforman en una oportunidad de comunicarle al otro cómo me siento con lo que sucede, qué me pasa con lo que el otro dice o hace, qué heridas se me despiertan y qué mecanismos de defensa se me activan.

Ten en cuenta el poder que tiene la palabra. Con palabras creamos etiquetas («sambenitos»), podemos herir, podemos expresar amor, podemos juzgar, criticar, hacer daño o todo lo contrario. Con palabras creas realidades. Si constantemente estás diciendo que el mundo es una mierda, vas a crear un mundo de mierda, y para ti tu mundo va a ser una mierda (otras vivirán en el mundo que cada una crea, y lo verán con sus propios filtros). Así es. Si le dices a alguien constantemente que es un vago, acabará siendo un vago, porque tú lo vas a ver así, y será como «la profecía autocumplida». Si crees y dices que no vales para nada, poco a poco vas mimando tu autoestima y tu confianza en ti misma, y a la larga de dará pánico hacer nada porque crees que no lo vas a poder hacer. Creas lo que crees, y lo que crees lo expresas con palabras, así que no infravalores su poder.

Muy importante también, no pretendas tener siempre la razón. Puedes expresar tus ideas, pero, cuando te veas envuelta en una discusión (o en el «período de reflexión» tras una discusión) párate un momento, respira, y piensa «¿Qué prefiero, estar en paz o tener razón?» A mí esta frase me ha cambiado la vida. Desactivas automáticamente la necesidad egoica de salirte con la tuya, de quedar por encima, de mostrar argumentos irrefutables, de levantar la voz… todo eso que nos pasa en una discusión. «Esto que estoy haciendo o diciendo, ¿me da paz, o me la quita?». Ojo, no se trata de que te calles y te tragues nada, se trata de que te expreses con calma y con respeto, y si estás viendo que ya se sobrepasó el punto de retorno en una discusión que se está subiendo de tono, recules. Que te calles y lo dejes estar. Que te disculpes por la parte que te toca (porque siempre te toca una parte, siempre) y evites quedarte con el runrún que se acabará transformando en rencor y en veneno. Que abraces (real o figurado) a la otra parte con amor y entiendas su perspectiva, sabiendo que a esa otra persona también se le están activando defensas directamente relacionadas con sus propias heridas, exactamente igual que a ti. Que elijas estar en paz.

2.Cierra temas pendientes. Resuelve conflictos.

Hace tiempo leí que cuantas menos cosas por hacer tengas, más en paz estarás. Y es cierto. Ya no sólo a que liberes tu agenda y dejes de procrastinar: si tienes cosas que hacer, hazlas y deja de marear la perdiz. Esto es válido para algo tan simple como las gestiones del día a día, limpiar los cristales de tu casa, arreglar el grifo del lavabo, hacer la declaración de la renta y cosas de ese estilo que te llenan la agenda y la cabeza de cargas; pero también lo es como que tengas conversaciones que tienes que tener y estás evitando, que llames a esa persona que hace tiempo que no llamas, que te disculpes con quien te tengas que disculpar y que le digas a tu madre o a tu padre cómo te sientes con algo que han dicho o hecho (o hicieron o dijeron en su día).

Ten presente que no sirve de nada que estés constantemente rumiando sentimientos, situaciones que te han dolido, actitudes con las que te has sentido mal, etc, sin ponerte manos a la obra para resolver. Y ojo, digo «actitudes con las que te has sentido mal» y no «actitudes que te han hecho sentir mal». Aclaremos conceptos: nadie te puede hacer sentir nada. Nadie te puede hacer sentir culpa, ni odio, ni tristeza. La responsabilidad de lo que sientes es tuya y sólo tuya. Si alguien te insulta y te ofendes, seguramente tenga algo de razón en lo que te ha dicho y no lo quieres ver. No digo que esté bien que te insulte ni que se exprese con rudeza, digo que pongas atención a las emociones que se te despiertan, porque de ese hilo es del que tienes que tirar para aprender a conocerte. Si alguien te insulta y no te ofende, sino que igual te quedas perpleja o sorprendida o te hace incluso gracia, pero no te mueve, lo que te ha dicho es cosa suya, y con eso no puedes hacer nada más que enviarle tus bendiciones y entender que eso que te ha dicho habla más de ella que de ti. ¿Ves la diferencia?

En cualquier caso, ten en cuenta que el rencor es el principal veneno de tu alma, así que haz lo posible por liberarlo. ¿Cómo? Cerrando temas, diciendo lo que tengas que decir (de forma asertiva, ya sabes, no se trata de ponerse a despotricar) con el objetivo, recuerda, de hacer las paces con el tema y cerrarlo, y no de quedar por encima, de hacer daño o de abrir más la herida. Expresa cómo te sientes con lo que pasó o viviste, sea diciéndoselo a las personas implicadas o escribiéndolo en un diario, y decide estar en paz con eso. Para ello, antes tienes que hacer un ejercicio de auto-observación sincera, no se trata de decir que estás bien y «no pasa nada» sino de reconocerte que te sientes mal de alguna manera con ello (pon nombre a las emociones que experimentes) y decidir estar en paz también con tu dolor, perdonándote también a ti misma.

3.Haz tribu

Esto reconozco que es mi talón de Aquiles. Es importante tener tribu, tener sostén que te ayude a sentirte bien, cómoda, apoyada y sostenida cuando tú sola no te puedes sostener. Recuerda que es fundamental, y de hecho es una necesidad básica, la pertenencia a un grupo, a una familia, a un clan. No tiene por qué ser tu familia biológica, puede ser un grupo de buenas amigas, un grupo de crianza si tienes niños pequeños, o compañeros de estudios, o lo que sea. Pero procura tener un círculo en el que puedes tener la libertad de ser tú misma, de compartir, de expresarte, de reír y llorar cuando toque, de echar una mano y de que te la echen cuando la necesitas, de sostener y reconfortar y de ser sostenida y reconfortada. Un círculo en el que puedas recibir tanto como das.

Vivimos en una sociedad individualista en la que se premia y se reconocen la autonomía y el papel de «súper-woman», y nos hemos olvidado de que el ser humano es interdependiente. No hay nada de malo en necesitar a los demás. Ojo, no se trata de convertirnos en dependientes de otra persona como si fuéramos niñas, sino de reconocer que tenemos vulnerabilidad, que tenemos momentos de flojera, y que las alegrías y las penas compartidas se llevan de otra manera. Es muy agradable recibir ayuda, y no hay nada de malo en pedirla. Te pongo un ejemplo sencillo: imagina que tienes que hacer una mudanza. Está claro que podrías hacerla tú sola (meter todo en cajas, cargarlas en una furgoneta, descargarlas, colocar todo…). Paliza, pero puedes hacerlo. Pero también puedes pedirle a alguien que te ayude, ¿no es más agradable? Incluso, a unas malas, puedes contratar un servicio de mudanzas y te olvidas. ¿Lo ves? No quieres decir que tú no eres capaz de hacerlo, quiere decir que reconoces que es más práctico y más llevadero si se comparte.

Con las relaciones pasa lo mismo, tanto relaciones de pareja como de amistad, de grupo, de tribu. La independencia extrema es neurótica, exactamente igual de patológica que la dependencia extrema. Hay una diferencia abismal entre estar en pareja por necesidad (miedo a la soledad) que por decisión (porque amas a la otra persona y quieres compartir la vida con ella). Y lo mismo con no tener pareja, no es igual estar sola por necesidad (miedo a perder tu independencia, miedo al compromiso, miedo a la intimidad…), que porque lo hayas decidido (podrías estar con alguien, pero no quieres por estilo de vida, porque das prioridad a otras cosas, etc).

En cualquier caso, si lo que quieres es estar en paz, es importante que construyas relaciones de amistad íntimas y sinceras, para tener ese espacio para compartir, para reconfortarte, para ser tú misma sin filtros, para dar y recibir ayuda cuando la necesitas… Ir de lobo solitario por la vida no te va a traer más satisfacciones, aunque te sientas más libre.

4.Trabaja la creatividad, pon en marcha algún proyecto que te nutra y te conecte.

Si quieres estar en paz contigo misma y con las personas con las que compartes tu vida, es importante que des rienda suelta a tu creatividad, que te permitas sacar lo que llevas dentro en forma de proyecto, de cuadro, de manualidad, de empresa, hijos… lo que sea. Y aquí me dirás que tú no eres creativa: mentira. Todas tenemos algo que ofrecer, todas tenemos algo dentro que sacar a la luz, de una forma o de otra.

Es altamente reconfortante y autorrealizador permitirte tener y cultivar un espacio de crear. Tendemos a relacionar la creatividad con el arte, pero no es sólo eso. Si lo tuyo es, qué se yo, el Excel, permítete crear tus hojas de cálculo para llevar tus cuentas, y entra en contacto con la satisfacción de estar usando una herramienta que has creado tú misma. Se trata de que encuentres algo que te permita experimentar la sensación de estar absorta en la actividad que estás haciendo, algo que te guste, que se te dé bien, que te haga sentir feliz, que te nutra, que te ilusione, que te motive, que te ponga el corazón contento.

Cuando somos creativas, algo sucede que experimentamos una sensación de conexión con una parte muy íntima de nosotras mismas, puedes llamarlo alma si quieres. De repente todo tiene sentido, el tiempo vuela o se detiene, estás contenta, mejoras tu autoestima, te enganchas… Es una sensación muy placentera que, además de que te ayudará a rebajar los niveles de estrés, te va a dejar una sensación muy gustosa, muy plácida, de disfrute. Y es que cuando disfrutas, te colocas en el momento presente, te conectas al corazón, te permites colocarte en un lugar en el que no solemos funcionar. Además, si no lo haces, si no te permites estos momentos de crear, de sacar lo que llevas dentro, a la larga pueden aparecer el rencor y el resentimiento por no haberlo hecho. Así que ¡manos a la obra!

5.Cuídate.

Los autocuidados, base para estar en paz. Dedícate atención, dedícate tiempo. No se trata de que te vayas de retiro espiritual o al spa de turno, porque quizá tu día a día no te lo permita (porque tienes hijos o padres dependientes, por ejemplo). Pero sí puedes cuidar detalles en tu día a día que te van a ayudar a sentirte mejor a todos los niveles, lo que, al final, se traduce en que vas a estar más conectada a ti y más en paz.

A nivel físico, cuida lo que comes, no caigas en el comer rápido y abusando de alimentos ultraprocesados o con toneladas de toxinas que te van a ir minando la salud. Procura hacer algo de ejercicio, no se trata de apuntarte al gimnasio si no quieres, pero sí puedes salir a pasear a un parque o al campo, o lo que sea que te guste. Mantén tu cuerpo tan sano como te sea posible, no lo envenenes.

A nivel mental y emocional, reconoce y da espacio a tus emociones, siéntelas, abrázalas. Pon atención también a cómo te hablas, qué tipo de pensamientos tienes, vigila las toxinas mentales, qué lees, qué escuchas, qué conversaciones tienes. Es importante tener una mente serena, unas emociones estables, y para eso no queda otra que cuidarlas y aprender a gestionarlas (quizá sea buena idea ir a terapia o practicar la meditación, por ejemplo).

Continua leyendo las 5 claves restantes aquí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *