Herramientas para combatir la ansiedad
Una de las lacras de la sociedad que hemos creado es, sin duda, la ansiedad. No conozco a nadie que no haya tenido nunca algún problema relacionado con ella, con el estrés, con el exceso de responsabilidades, quehaceres y ritmos. Por eso creo que, aunque tengamos herramientas para trabajarla y tratar de mantenerla a raya, la solución pasa por algo tan aparentemente sencillo como replantearnos lo que queremos de la vida y qué precio estamos dispuestos a pagar por ello, y hacer los ajustes que consideremos convenientes. Mi consejo: simplifica.
Así que te propongo estas 4 herramientas, que no son las únicas pero sí mis favoritas, las que yo utilizo y de las que mejor puedo hablar, aunque por supuesto hay otras tan válidas como éstas (puedes poner abajo en los comentarios las que te resultan a ti útiles).
1. YOGA
El Yoga, a priori, es una excelente herramienta para reducir los niveles de ansiedad. Digo «a priori» porque otra cosa es lo que estamos haciendo con el yoga en la actualidad… me explico. Desde mi punto de vista y sin querer pasarme de crítica, NO es yoga el querer a toda costa llegar a posturas imposibles en tiempo récord, llevando al cuerpo a sus límites (estresándolo). NO es yoga practicar con el objetivo de hacer una postura mejor que el compañero de al lado, tu pareja o tu amigo, o querer hacer una foto chula para las redes. NO es yoga ir a clase cuando te viene bien y cuando no, no. Tampoco es Yoga hacer una práctica física en clase (cuanto más intensa, más satisfecho te quedas, hoy sí te has machacado, ¡bien!) y luego olvidarse de la alimentación, del descanso, la respiración y el pensamiento positivo y compasivo… En fin, podría citar aquí infinidad de cosas que NO son yoga y que, por lo tanto, no te van a ayudar con la ansiedad, sino que, probablemente, la aumenten.
Yoga es conocerse, escucharse, observarse y crecer, una evolución que te va llevando hacia una vida más libre y desapegada, más sencilla, sin artificios ni autoengaños, y más compasiva contigo mismo y con todo lo que te rodea. El Hatha Yoga aborda este proceso utilizando el trabajo corporal y la respiración en primer lugar, pero esto no es un fin en sí mismo, sino que es parte de un camino que nos lleva hacia la meditación. No hay yoga si no hay trabajo meditativo, trabajo de la consciencia y atención plena (Mindfulness). ¿Que quieres hacerlo a través del trabajo corporal? Perfecto, practica Hatha Yoga y consigue este nivel de concentración prestándole atención a cada sensación de tu cuerpo mientras haces las posturas. ¿Que lo tuyo es más mental? Bien, trabaja la meditación de cualquier tipo, sea Zazen, sea con mantras, sea con conteos de la respiración, sea Vipassana, o sea más «informal», paseando por la naturaleza o cocinando, coloreando, barriendo el suelo. Pero ponle atención a lo que haces y deja que el barullo mental se vaya apagando poco a poco.
Mucha gente me dice que le resulta imposible «dejar la mente en blanco», pensando que éste es el objetivo de la meditación. Vamos a desmontar esta idea… la función de la mente es generar pensamientos, recuerdos, ideas, expectativas… pretender parar eso es como pretender que deje de circular la sangre por el cuerpo (algunos yoguis avanzados lo consiguen, seguro, ahí están los siddhis, pero el común de los mortales no estamos ahí). La idea del Mindfulness o de la meditación es, simplemente, observar, ser consciente. Me gusta poner el ejemplo de que meditar es como mirar la ropa en la lavadora dando vueltas. La lavadora gira y gira, y tú observas. No sigues ninguna prenda en concreto, no pretendes que vaya más rápido o más despacio, simplemente observas lo que hay, lo que sucede. Si la lavadora para y coge agua, observas cómo se va llenando. Si gira, la observas girar. Si centrifuga y va a toda velocidad, observas esa mezcla de colores en la que ya no distingues casi nada. Pero tú no eres ni la lavadora ni la ropa. Pues con la meditación pasa igual, te das cuenta de que no eres ni la mente ni los pensamientos, y que por eso, puedes observar lo que haya, sin preferencias, sin importar si hay más o menos contenido o va más rápido o más lento.
También es cierto, y doy fe porque lo he sufrido en primera persona, que cuando tenemos un nivel de ansiedad elevado, nos resulta muy complicado parar de golpe a observar nada. Una práctica muy lenta o la meditación pueden llegar a agobiarnos incluso más que no hacer nada. Por eso, mi recomendación es, si puedes, continúa aunque te agobies, verás como tarde o temprano pasa y empiezas a disfrutarlo. Pero si ves que, de momento, no puedes, es mejor que intentes primero otra cosa y luego, cuando hayas rebajado un poquito el estrés, vuelvas al yoga.
2. reiki
Una de las cosas que más me gustan del Reiki es que es un proceso físico que sucede sin que el practicante ni el receptor hagan demasiado. No hay ningún tipo de esfuerzo. El receptor se sienta o se tumba y trata de relajarse, o ni siquiera eso, simplemente está con lo que hay. El practicante sólo tiene que poner la intención de conectarse a la energía universal y dejar que ésta fluya a través de su canal: sus chakras superiores y las manos. Y así, va colocando sus manos en diferentes posiciones sobre el cuerpo del receptor, y Reiki hace su trabajo como energía inteligente que es, yendo a donde más falta hace. Otro punto a su favor, es que todos podemos ser canales de Reiki (sólo hace falta que un maestro debidamente capacitado nos inicie) y que nos podemos dar Reiki a nosotros mismos, en cualquier momento y lugar.
Reiki es una herramienta muy potente para relajarnos (de hecho es fantástica para dormir), para aliviar la ansiedad, para armonizar nuestra propia energía y reestablecer el equilibrio de las funciones corporales. Además, influye tanto a nivel físico como mental, así que es muy útil también cuando la ansiedad se somatiza (erupciones de piel, problemas digestivos, dolores de cabeza…). En el caso de la ansiedad, a mí me gusta aplicar Reiki en las sienes y los ojos (6º chakra), en el pecho (4º chakra), y después una combinación de estas dos posiciones: una mano en el pecho y otra en la frente, para equilibrar ambos chakras y mejorar la comunicación corazón-mente. Si la ansiedad, como decíamos, se ha somatizado, aplicar Reiki también en los puntos concretos de dolor o que muestren problemas (estómago, articulaciones, piel, etc).
Si, además, estás iniciado en Reiki, te irás dando cuenta que el camino es todo un proceso de cambio y aprendizaje. Probablemente vayan cambiando tus gustos, tus prioridades, tus temas de conversación, las personas con las que te relacionas… Probablemente incluso te vayas dando cuenta de que la vida es mucho más simple que lo que nos queremos hacer creer, y que la magia del asunto es aprender a soltar y a quererse para luego poder dar todas esas cosas bellas que tenemos dentro, todo eso que somos, sin trampa ni cartón.
3. proceso terapéutico
Y es que a veces no queda otra que remangarse y ponerse manos a la obra, embarcándose en el maravilloso mundo del autodescubrimiento. No voy a negar que hay que tener cierto valor y echarle ganas, un proceso terapéutico de cualquier tipo (psicología, psicoterapia, terapia floral integrativa, coaching, constelaciones…) requiere perder el miedo a mirarse y a comprenderse (a veces no nos gusta mucho lo que sale). Escarbamos en cosas dolorosas, nos vemos en la tesitura de hablar, en las primeras sesiones, con una persona desconocida y contarle lo mejor y lo peor de nosotros (persona que, tras unas cuantas sesiones, se convierte normalmente en un bálsamo de alivio), y eso a veces cuesta, y otras veces incluso escuece o avergüenza. Mi consejo, pierde el miedo y trata de ser lo más sincera que puedas, estando abierta a recibir lo que salga. Avanzarás más rápido.
Un proceso terapéutico de cualquier tipo, para que sea provechoso, requiere de constancia, entrega y voluntad. Me encuentro personas que pretenden resolver sus inquietudes en un par de sesiones, y cuando les dices que un proceso puede requerir varios meses, dependiendo de la profundidad a la que queramos trabajar, se desaniman y no llegan ni a empezarlo. Otra vez la cultura del «fast-todo». Queremos resultados inmediatos con un esfuerzo nulo. Esto no funciona así. En primer lugar, porque destrabar lo que quizá lleva años trabado (aunque cuentes con la ayuda de esencias florales como es el caso de la TFI, o de cualquier otra «herramienta» energética que facilite y acelere el proceso) requiere delicadeza y calma, y esto no se puede dar si terapeuta y consultante trabajan a contrarreloj. En segundo lugar, porque un proceso profundo requiere cierto tiempo para ir descubriendo los factores clave, los dolores, los traumas, las inquietudes, los deseos, las necesidades y la forma de satisfacerlas, para desmontar falsas expectativas, recolocar relaciones, afrontar y resolver miedos… ¿Qué edad tienes? ¿Quieres conocer en un par de sesiones lo que has tardado esos años en construir? Con esto no te digo que necesites años de terapia, pero, siendo sincera, tampoco lo vas a resolver todo en dos días.
La parte positiva (y muy positiva) es que el aprendizaje que vas a ganar es inmenso. No te olvides de que la ansiedad es miedo anticipatorio: miedo a no cumplir expectativas propias o ajenas, a no ser perfecto, al futuro, a que se repitan los malos tragos del pasado, a la opinión de los demás, a no llegar a fin de mes, a perder el trabajo, a no ser buena madre o buen padre, a sufrir una desgracia… la lista es larga. Por eso, es importante descubrir cómo se van gestando esos miedos y cómo crecen hasta colapsarnos, cómo se apoderan de nuestra psique y de nuestro cuerpo… para poder así aprender a apagarlos, a superarlos, y a librarnos de ellos.
Como decíamos antes, una vida más sencilla, más libre, más coherente, más compasiva… en definitiva, más plena y más alineada con lo que eres requiere precisamente eso, saber qué o quién eres, cuáles son tus potenciales, tus necesidades, tus valores (no los confundas con los de tus padres)… y para eso, hay que desmontar falsas creencias, máscaras, defensas, proyecciones, evasiones… y sobre todo, soltar muchos miedos. Como dice el sabio aforismo griego «Conócete a ti mismo», y así podrás no sólo desarrollar todos tus potenciales sino, también, vivir de una forma más amorosa y más feliz.
4. naturaleza y silencio
Insustituibles, bálsamos de calma, paz y descanso. Reconexión con lo más esencial de ti mismo, descanso sensorial… ¿Te das cuenta de la sobreestimulación que sufrimos en las ciudades? ¿Te das cuenta del ritmo exageradamente acelerado que llevamos? Estamos sometidos a un ciclo atrozmente rápido de producción-consumo-producción. Trabaja, paga facturas, compra, consume, trabaja. Si te queda algo de tiempo, dinero o energía, apúntate a clases de lo que sea (sí, también de yoga), haz 3 cursos, obtén títulos, aprende inglés, sigue trabajando, atiende a tu familia, ordena el trastero, ve al cine y come palomitas, bebe cocacola y toma frenadol para seguir funcionando aunque estés enfermo y agotado, cambia de coche, que el tuyo ya tiene 3 años y ya no mola, y de móvil, y de lavadora, ponte guapa y estupenda, eternamente joven (¡fuera pelos, celulitis, arrugas y canas!) y ¡¡no te pierdas estas 10 series imprescindibles en Netflix!!… Ah, ¿que este año no te vas de vacaciones al otro lado del mundo? Fracasado. ¿En serio?
Esta Semana Santa la he pasado con mi familia multiespecie en una casa de mi pareja en la sierra. Temporal: lluvia, frío e intenso viento. La he pasado alternando algún que otro paseo por la naturaleza (si el tiempo lo permitía, que no ha dado mucha tregua) con los ratos en el sofá leyendo libros y viendo alguna que otra película. No he hecho más. He pasado una media de 23h al día en pijama, he disfrutado mucho del silencio, del no hacer, del no consumir, de la compañía de los perros y los gatos (a veces tranquila, a veces no tanto). Me siento muy afortunada de haberlo podido hacer, de habernos hecho ese regalo.
Y es que es eso a lo que voy, que el contacto con la naturaleza es lo que nos ayuda a retornar a nuestra propia naturaleza. No eres lo que tienes, no necesitas consumir o hacer cosas para estar vivo, ya lo estás, ¿te estás dando cuenta? Te propongo un ejercicio: Obsérvate cuando trabajas, cuando ves la tele, cuando corres de acá para allá con la cabeza llena de cosas. Obsérvate luego cuando estás paseando por el campo (deja el móvil en casa, please), si puede ser en silencio aunque vayas acompañada, mejor. Permítete si quieres ponerte una ropa cutre que pueda ensuciarse y no te preocupes por tu aspecto. Date cuenta de la diferencia. ¿Cuándo eres más consciente de ti mismo? ¿Cómo notas tus sentidos y tu respiración? ¿Cómo sientes tu cuerpo y tu mente después de un día en la montaña, en el mar, en el bosque? ¿Qué cambia? Cambia que simplificas, que vuelves un poquito a ti. Cambia que algo en la na
turaleza te envuelve y te hace darte cuenta de que formas parte de ella. ¿Y la ansiedad? Seguramente te espere a la vuelta, así que disfruta estos ratos que puedes librarte de ella, e intenta hacerlos tan duraderos y recurrentes como puedas.
Espero que te hayan resultado útiles estas sugerencias. Y recordarte que si necesitas acompañamiento para tratar de resolver tus problemas de ansiedad, puedes ponerte en contacto conmigo y buscaremos la fórmula que te resulte más beneficiosa.
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Lokah Samastah Sukhino Bhavantu
(Que todos los seres en todas partes sean felices y libres, y puedan los pensamientos, palabras y acciones de mi propia vida contribuir de alguna manera a la libertad y a la felicidad para todos)